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Trump 2.0: ¿beneficio económico ante todo en la política exterior?

La nueva administración de Donald Trump, enfocada en intereses materiales más que ideológicos, promete una política pragmática y orientada al beneficio, en la que se priorizarán los intereses empresariales y económicos de EE.UU., según analistas internacionales.

Con Donald Trump preparado para asumir nuevamente el liderazgo en Estados Unidos, su estrategia parece mantener una línea de acción clara y sin sorpresas: pragmatismo orientado a los beneficios económicos. Así lo sostiene el analista y politólogo ruso Fiódor Lukiánov, quien destaca que el nuevo equipo de Trump será menos ideológico y priorizará, ante todo, los intereses materiales de Estados Unidos en la arena internacional.

Este enfoque contrasta fuertemente con la actual administración demócrata de Joe Biden, cuya política exterior se ha basado en una defensa activa de los valores democráticos frente a autocracias, enfocándose en alianzas globales y en la consolidación de una «lucha de las democracias». Trump, en cambio, busca evitar intervenciones militares a gran escala y fortalecer la posición de EE.UU. sin asumir el papel de líder mundial. Según Lukiánov, Trump considera que el beneficio económico es el principio fundamental para el progreso y que, lejos de contradecir los ideales conservadores, responde a la esencia del espíritu empresarial sobre el que se construyó EE.UU.

Una administración enfocada en el pragmatismo y la eficiencia

Lukiánov destaca que esta vez el equipo de Trump está mejor preparado para asumir el poder. Los nombramientos que ha comenzado a realizar en su equipo reflejan una «coalición ideológica y política» que se ha unido en torno a él, representando una visión conservadora menos centrada en conflictos ideológicos y más en resultados materiales. Para el analista, esta administración de Trump trae consigo una característica distintiva: la desconfianza hacia el exceso de burocracia estatal y la promoción de una estructura de gobierno más ágil, parecida a la visión de empresarios como Elon Musk, quien ha abogado por reducir el tamaño de la administración.

En esta línea, se prevé que los temas de políticas internas seguirán una filosofía que rechaza la imposición de valores y defiende la libertad individual, siempre y cuando estas decisiones no impacten negativamente en los intereses nacionales. Lukiánov resalta que los republicanos de Trump no están interesados en imponer «cultos a las minorías» o estilos de vida específicos, sino en generar un ambiente económico que prospere sin tanta interferencia gubernamental.

Trump en el escenario internacional: menos guerras, más presión económica

Contrario a la percepción de algunos sectores de la opinión pública, Trump no es un impulsor de conflictos militares. «Trump no es un hombre de guerras. Prefiere amenazas, presiones, demostraciones contundentes, pero no cree en las campañas militares extensivas ni en el derramamiento de sangre innecesario», explica Lukiánov. Bajo este criterio, se prevé que la estrategia de Trump ante potencias rivales, como China, se centrará en la competencia económica más que en enfrentamientos bélicos directos. Según el politólogo, Trump asume que Estados Unidos debe usar su poder no para asumir un rol hegemónico, sino para asegurar sus propios intereses, manteniendo siempre una posición de fortaleza.

Este enfoque también influye en su postura hacia Rusia. Lukiánov sugiere que Trump podría adoptar una postura menos conflictiva que la administración Biden, centrando sus diferencias en el plano económico más que en el ideológico. Aunque China y Rusia representan desafíos distintos, para Trump ambos rivales son más económicos que militares, lo que podría redefinir las relaciones de EE.UU. con estas potencias durante su posible segundo mandato.

Un modelo de gobernanza basado en el beneficio absoluto

La perspectiva de Trump de priorizar los intereses materiales se alinea con una larga tradición estadounidense de políticas promercado. Estados Unidos, afirma Lukiánov, ha sido una nación que históricamente ve en el beneficio económico un imperativo fundamental. Con este enfoque, Trump buscará reducir la intervención del gobierno y promover un modelo en el que el crecimiento económico se antepone a los ideales, y donde las políticas públicas deben justificar su impacto en la economía antes que en cualquier otro criterio.

Esta visión de gobernanza, que algunos críticos ven como falta de compromiso con ciertos valores democráticos globales, también ha ganado el respaldo de importantes figuras del empresariado, que ven en la reducción de la burocracia y en el incentivo al libre mercado una clave para la competitividad global. «Estados Unidos es un país que surgió en torno al espíritu empresarial y, en este contexto, rechaza cualquier expansión de la regulación y desconfía de los amplios poderes de la burocracia», puntualiza Lukiánov.

A medida que el equipo de Trump se consolida y marca las líneas de su estrategia, la política exterior y doméstica de EE.UU. podría adoptar una postura pragmática centrada en el beneficio económico. Este enfoque, según expertos, podría llevar a un replanteamiento de las relaciones internacionales y al establecimiento de una política que busca preservar los intereses materiales de la nación sobre los conflictos ideológicos, lo que perfila una administración significativamente diferente de la actual.

En un contexto de competencia global intensa, especialmente con potencias como China y Rusia, el regreso de Trump representa una reafirmación del espíritu empresarial en la política estadounidense, buscando resultados económicos tangibles y dejando a un lado las guerras de valores.

Por Orlando J. Gutiérrez

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